lunes, 28 de marzo de 2011

Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2011


«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)
Queridos hermanos y hermanas:


La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.

2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.
El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.
En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.


Benedicto XVI

jueves, 10 de febrero de 2011

Metodos anticonceptivos
Jorge L. Trujillo

Este es un tema muy delicado y controversial.   Trataré ser tanto bíblico como sensible a los sentimientos de las personas cristianas que en verdad se sienten 'agobiados' al tratar de llegar a una conclusión sobre este tema. Abordaré dos vías las cuales espero que traigan claridad y le ayuden a hacer una decisión sabia y sobre todo bíblica respecto a este tema.
Primero miraremos a lo que dice la Biblia respecto a los hijos y luego miraremos las situaciones y opciones que pueden ser consideradas cuando pensamos que acción tomar respecto a este tema.
¿Qué dice la Biblia?
La Biblia no dice "No evitarás los hijos", pero nos da suficiente información para llegar a la conclusión que NO ES una práctica agradable ante los ojos de Dios. Aunque desde la antiguedad, hace más de dos mil años atrás, ya se buscaban metodos anticonceptivos en las civilizaciones antiguas, estos métodos anticonceptivos como los conocemos hoy en día (pastillas, parches, etc.), existen desde hace solo unos 30 a 40 años y por lo tanto nada se dice explícitamente respecto a ellos.  Ahora, sí podemos ver principios los cuales podemos aplicar a estas situaciones. Según tengo entendido, la mayor parte de las denominaciones Protestantes y Evangélicas, la cual esta constituida por distintos grupos y organizaciones parece aceptar tales métodos anticonceptivos. La Iglesia Católica Romana por otra parte ha declarado tales métodos inaceptables y en contra de la voluntad divina aunque la mayoría de sus miembros están en contra de esta ordenanza. Pero lo importante no es lo que dice uno u otro sino lo que dice la Biblia.
Antes de llegar a una respuesta tenemos que ver cual fue/ es el origen y el propósito de estos métodos anticonceptivos lo cual nos puede dar luz al respecto cuando tratamos de llegar a una base bíblica. El problema con los métodos es la raíz o base (principio) detrás de ellos. Aunque el evitar los hijos es algo que se ha practicado por siglos, estos métodos artificiales fueron introducidos después de la segunda mitad del siglo XX con fin de promover el "sexo libre" sin el riesgo de llegar al embarazo. Como fin el principal propósito de estos métodos es el de "EVITAR LA VIDA" de un ser humano y dar lugar al PLACER SEXUAL ILIMITADO, LIBRE y sin "aparentes" consecuencias de un embarazo indeseado.
La relación sexual debe tener lugar solo y únicamente dentro de los lazos matrimoniales bien establecidos. Como puede ver, el principio detrás de esta práctica es totalmente en contra de lo que Dios ha diseñado y establecido para el hombre y la mujer. Dios hizo al hombre y a la mujer era "para que se multiplicaran". La razón principal detrás del acto sexual es la reproducción. Dios desea que los seres humanos se unan en matrimonio y tengan hijos. El evitar los hijos, entonces va claramente en contra al deseo de Dios. Hoy día, algunas parejas "cristianas", influenciadas por la sociedad, tienen la costumbre de evitar los hijos "para disfrutarse" ó porque no tienen los medios suficientes para mantenerlos. Este comportamiento es muestra de por lo menos dos cosas: 1. Irresponsabilidad, ya que el hombre antes de casarse debe estar consciente de que el matrimonio no es solo para compañía y placer sexual (lo cual no es pecado y es muy necesaria para la pareja) sino que lo es para reproducirse. El hombre que no crea estar preparado para mantener hijos, entonces no debe de casarse, debe de esperar hasta que este preparado hacerlo. 2. Falta de Confianza en Dios, porque piensa que lo que se hace lo es por su propia fuerza y que Dios no puede suplir todas sus necesidades conforme a sus riquezas en gloria. Porque "Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los edificadores" (Salmo 127:1)
Es necesario entender que los hijos no son estorbos a nuestros planes sino que son parte del plan de Dios para el matrimonio. Dios pudo haber creado el mundo lleno pero no lo hizo, lo diseñó para que fuésemos nosotros los que lo hiciéramos.

martes, 25 de enero de 2011

Santeria y Catolisimo
Comentario de un Sacerdote en Miami

En los cinco años que fui capellán en la Ermita de la Virgen de la Caridad en Miami, tuve oportunidad de evangelizar a muchos santeros que venían pensando que visitaban al dios Oshún. Generalmente no tenían entendimiento de Jesucristo como Salvador, ni de la necesidad de conversión. Al no tener conocimiento de la revelación cristiana no veían conflicto entre ser católicos y santeros.

Las personas suelen entrar en la Santería buscando resolver un problema. Por ejemplo, una enfermedad, la infidelidad de un esposo, problemas económicos, etc. Se les ha dicho que el santero tiene contactos especiales con el mas allá y poco se preocupan si ese contacto es con Dios o con el demonio, con tal que les de resultado. En algunos casos, la persona ha tratado de resolver el problema recurriendo a Jesús y a Su Iglesia pero no les ha "funcionado". He escuchado muchos testimonios en que dicen haberlo probado todo antes de entrar en la Santería. No dudo que eventualmente sientan una experiencia de Dios, pero en la santería no encontrarán la revelación de Dios que nos ha dado todo Su amor en Su Hijo Jesucristo.

Una vez iniciado a la santería, se le dice que debe seguir para obtener mejores resultados. El santero va tomando control de la persona hasta que el miedo la gobierna. Se le dice que si se separa, algo muy malo va sucederle... El Santero se va convirtiendo en un personaje indispensable que domina toda la vida y del cual no hay salida. En esto es parecido a la relación con la mafia.

Es natural que se busque resolver problemas, pero el auténtico encuentro con Dios no se puede centrar sino en el amor de Dios y en hacer la voluntad de Dios por amor aunque requiera abrazar la cruz. Dios es un Padre bueno que nos dará la fuerza para llevarla. Esa confianza, aunque no comprendamos Sus designios, es la base de nuestra fe cristiana. La obediencia muchas veces requiere abrazar grandes problemas por amor.

Mateo 7, 21 «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial."

Jesús mismo nos da el mejor ejemplo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Lucas 22, 42

He aquí la radical diferencia: Cristo nos invita a negarnos a nosotros mismos y abrazar la cruz por amor obediente a Dios, la santería busca los poderes divinos para resolver problemas y el santero se va enfrascando en un mundo espiritual que exige ciertos ritos para asegurar su bienestar. Quien es ese dios que proporciona seguridad no tiene aparente importancia para el santero. El cristiano vive en el Espíritu Santo, el santero se somete a otros espíritus.

El relativismo de la santería queda ilustrado en una carta que me escribió un babalao:

No lo trate como anatema o herejía, trate de comprender a las gentes que van de rodillas el día de San Lázaro ante Babalú-Aye para pedirle salud. Esas gentes son tan dignas de nuestro amor y comprensión como lo son los que van ante la Virgen de Guadalupe o El Cristo de Medinacelí. Trate de abrir su mente y su corazón hacia esas gentes y no las trate con desprecio y sorna, no se lo merecen aunque le recen a Yemayá o a Obatalá, al fin y al cabo tienen las misma fe y la misma necesidad que los que van a rezar a la Virgen de las Mercedes o a la Virgen de Regla...

Es precisamente por amor que anunciamos a los santeros el amor de Dios en Jesucristo. Ciertamente que son dignos de amor y comprensión. Por eso son dignos de que se les diga la verdad sobre el amor perfecto: Cristo.

Quien ha estado en Santería necesita mucho amor y apoyo de la comunidad cristiana para librarse del miedo y de la ansiedad. Hay que insistirle en Dios amor que viene a salvarnos, que tiene todo poder para defendernos. Hay también que explicarle que por amor estamos dispuestos a ser fieles y obedecer sus mandamientos aunque tengamos que sufrir hasta la muerte.

San Ezequiel Moreno


Nació el 9 de abril de 1848 en Alfaro, Rioja España. En el seno de una humilde familia y con gran devoción católica, sus padres fueron Félix Moreno y Josefa Díaz. Desde muy niño descubrió su vocación a la vida religiosa y el 21 de septiembre de 1884 ingresó como religioso en el convento español de los agustinos recoletos en Montegudo, Navarra. Al año siguiente hizo su profesión religiosa en el teologado de Marcilla.
En 1870 viajó a Manila, Filipinas, donde se desempeñó como misionero. Al año siguiente fue ordenado sacerdote y destinado a Mindoro donde continuó sus actividades misioneras. Poco tiempo después se enfermó de paludismo y regresó a Manila.
Más tarde fue nombrado superior del convento de Monteagudo y vuelve a España para dedicarse a la formación de los futuros religiosos misioneros.
En 1888 viajó a Colombia al mando de un grupo de misioneros agustinos recoletos emprende. En este país empezó a reactivar las misiones y en 1893 fue nombrado obispo titular de Pinara y vicario apostólico de Casanare, en 1895 fue nombrado Obispo de Pasto. San Ezequiel desempeñó su nueva misión con la eficacia y generosidad que lo caracterizaban pero tuvo que superar numerosos obstáculos.
En 1905 se le diagnosticó cáncer y ante las reiteradas súplicas de los fieles y de los religiosos de su Orden, al año siguiente volvió a España para operarse. La operación no tuvo éxito y San Ezequiel, firme en su fe, se retiró al convento de Monteagudo, España, donde murió el 19 de agosto de 1906.
Su fama de santidad creció rápidamente, sobre todo en Colombia. Fue beatificado por el Papa Pablo VI en 1975 y el 11 de octubre de 1992 fue canonizado por el Papa Juan Pablo II . San Ezequiel Moreno es considerado como el especial intercesor ante Dios por los enfermos del cáncer y uno de los más grandes apóstoles de la Evangelización de América.
Santa Magdalena de Nagazaki

Hija de nobles y fervientes cristianos, nació en 1611 en las proximidades de la ciudad japonesa de Nagasaki. Refieren fuentes antiguas que era una mujer hermosa y de delicada constitución. Por su fe católica, sus padres y hermanos habían sido condenados a muerte y martirizados cuando ella todavía era muy joven.
En 1624, conoció a dos agustinos recoletos, los padres Francisco de Jesús y Vicente de san Antonio, llegados al Japón unos meses antes. Atraída por la profunda espiritualidad de ambos misioneros, se consagró a Dios como “terciaria” agustina recoleta. Desde aquel momento, su vestido de gala fue el hábito de terciaria, y su mayor solicitud la oración, la lectura de libros religiosos y el apostolado.
Los tiempos eran difíciles. La persecución que arreciaba contra los cristianos era cada día más sistemática y cruel. Magdalena enseñaba el catecismo a los niños y pedía limosna a los comerciantes portugueses a favor de los pobres. En 1629, se refugió con los padres Franciso y Vicente y varios centenares de cristianos en las montañas de Nagasaki. En noviembre de aquel mismo año, fueron capturados los dos misioneros, y ella permaneció escondida, soportando con serena alegría sufrimientos y estrecheces. Infundía valor para mantenerse firmes en la fe, animaba a cuantos por temor o debilidad habían renegado de Cristo, visitaba a los enfermos, bautizaba a los recién nacidos y para todos tenía una palabra de aliento.
En vista de los frecuentes apostasías de cristianos aterrorizados por las torturas a que eran sometidos y deseosa de unirse para siempre a Cristo, Magdalena decidió desafiar a los tiranos. Vestida con su hábito de terciaria, en septiembre de 1634, se presentó ante los jueces. Llevaba consigo un pequeño fardo llenos de libros religiosos para rezar y leer en la cárcel. Ni las promesas de un matrimonio ventajoso ni las torturas consiguieron doblegar su voluntad. A primeros de octubre, fue sometida al tormento de la “forca” o “fossa”. Suspendida por los pies, con la cabeza y el pecho introducidos en una cavidad cubierta con tablas para hacer aún más difícil la respiración, la valiente joven invocaba durante el martirio los nombres de Jesús y de María, y cantaba himnos al Señor. Resistió trece días en este tormento, hasta que una noche una fuerte lluvia inundó la fosa y la mártir se ahogó. Los verdugos quemaron su cuerpo y esparcieron las cenizas en el mar para que los cristianos no conservaran reliquias suyas.
Beatificada en 1981, fue canonizada por Juan Pablo II el 18 de octubre de 1987. En 1989 fue declarada patrona de la fraternidad seglar agustino-recoleta.

San Alonso de Orozco

Alonso de Orozco nació el 17 de octubre de 1500 en Oropesa, provincia de Toledo (España), donde su padre era gobernador del castillo local. Cursó los primeros estudios en la vecina Talavera de la Reina y durante tres años actuó como “seise” o niño cantor en la catedral de Toledo, en la que aprendió música con notable provecho. A la edad de 14 años fue enviado por sus padres a la Universidad de Salamanca, donde ya estudiaba uno de sus hermanos. 
Los sermones de la cuaresma de 1520 predicados en la catedral por el profesor agustino Tomás de Villanueva sobre el salmo “In exitu Israel de GYPTO” maduraron su vocación a la vida consagrada y, poco más tarde, atraído por el ambiente de santidad del convento de San Agustín, entró en él, emitiendo en 1523 la profesión religiosa en manos de Santo Tomás de Villanueva. 
Una vez ordenado sacerdote en 1527, los superiores vieron en Alonso tan profunda espiritualidad y tal capacidad para anunciar la Palabra de Dios que muy pronto lo destinaron al ministerio de la predicación. Ya desde los 30 años ocupó también diversos cargos, pero a pesar de su austeridad de vida, en el modo de gobernar se mostró lleno de comprensión. Impulsado por el deseo del martirio, en 1549 se embarcó para México como misionero, pero durante la travesía hacia las Islas Canarias padeció un grave ataque de artritis y los médicos, temiendo por su vida, le impidieron la prosecución del viaje. 
En 1554, siendo prior del convento de Valladolid, ciudad desde decenios atrás residencia de la Corte, fue nombrado predicador real por el emperador Carlos V y, al trasladarse la Corte a Madrid en 1561, también él tuvo que pasar a la nueva capital del Reino, fijando su residencia en el convento de San Felipe el Real. 
No obstante a ejercer un cargo que estaba exento de la jurisdicción directa de sus superiores religiosos y dotado de renta, renunciando a privilegios, quiso vivir como un fraile más, en pobreza y bajo la inmediata obediencia de sus superiores. Solamente hacía una comida, dormía a lo sumo tres horas, porque decía que le bastaban para emprender el nuevo día, y en una tabla por cama, con sarmientos por colchón. En su celda no había más que una silla, un candil, una escoba y unos libros. La eligió cerca de la puerta para atender mejor a los pobres que hasta allí se acercaban a suplicarle ayuda. Sin que la cotidiana asistencia al coro le resultara de obs‑táculo, además de cumplir con sus obligaciones como predicador regio, visitaba los enfermos en los hospitales, a los encarcelados en las prisiones y a los pobres en las calles y en sus casas. El resto del tiempo lo pasaba en oración, en la composición de sus libros, y preparando sus sermones. Predicaba con gran sinceridad de palabras, pero con mucha hondura espiritual, fervor y afecto, a veces, con lágrimas en los ojos, expresando la ternura de Dios hasta en el tono de la voz, igual en el palacio ante el Rey y la Corte que en las iglesias a las que era llamado. 
Predicar y escribir fueron sus dos principales actividades. Cultivó una tiernísima devoción a la Virgen, y estaba persuadido de que al escribir cumplía un mandato expreso suyo. Aunque era predicador real, prefirió siempre hablar a religiosas y a gente del pueblo, a presos y a enfermos.
Gozó de gran popularidad entre los más diversos ambientes sociales. Personajes de la sociedad y de la cultura testificaron en su proceso de canonización, tales como la infanta Isabel Clara Eugenia, los duques de Alba y de Lerma, los literatos Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Gil González Dávila. El trato con las clases elevadas no le desvió de su sencillo estilo de vida. Su fama se extendió por toda Madrid. El pueblo que le llamaba, muy a pesar suyo, “el santo de San Felipe”, lo amó apreciando en él su exquisita sensibilidad en el acercarse a todos sin distinción. 
Compuso numerosas obras tanto en latín como en castellano. La simplicidad de los títulos indican la intención pastoral del autor: Regla de vida cristiana (1542), Vergel de oración y monte de contemplación (1544), Memorial de amor santo (1545), Desposorio espiritual (1551), Bonum certamen (1562), Arte de amar a Dios y al prójimo (1567), Libro de la suavidad de Dios (1576), Tratado de la corona de Nuestra Señora (1588), Guarda de la lengua (1590). Como su acción, los escritos nacieron de su espíritu contemplativo y de la lectura de la Sagrada Escritura. Devoto de María, estaba convencido de escribir por mandato suyo. 
Cultivó también un ferviente amor a su propia Orden, componiendo obras sobre su historia y su espiritualidad con ánimo de mover a la imitación de sus hombres mejores. En esta misma línea, inducido por un deseo de reforma interior, que luego convergería con el movimiento de recolección en la misma Orden, llevó a término varias fundaciones de conventos tanto de religiosos agustinos como de agustinas de vida contemplativa. 
En agosto de 1591 cayó enfermo con fiebre, sin faltar por eso ningún día a la celebración de la Misa, puesto que nunca, ni siquiera en el transcurso de sus diversas enfermedades, había dejado de celebrar el santo sacrificio, ya que repetía con cierto gracejo que “Dios no hace mal a nadie”. Durante su enfermedad, fue visitado por el rey Felipe II, el príncipe heredero Felipe con la infanta Isabel, y el cardenal arzobispo de Toledo, Gaspar de Quiroga, quien le dio de comer de su mano y le pidió la bendición. 
La noticia de la muerte, acaecida el 19 de septiembre de 1591 en el Colegio de la Encarnación que había fundado dos años antes —actualmente sede del Senado español— conmocionó la ciudad. Por la capilla ardiente pasó el pueblo de Madrid, que, como refiere Quevedo, se agolpó ante la iglesia del Colegio hasta derribar las puertas, pues todos deseaban hacerse con reliquias, astillas de la cama, fragmentos de sus ropas, zapatos y cilicios. El Cardenal Arzobispo se reservó para si la cruz de madera que durante largos años “el santo de San Felipe” había llevado consigo. 
Fue beatificado por León XIII en 1882 y Juan Pablo II inscribió su nombre en el catálogo de los santos el día 19 de mayo de 2002.
Vicisitudes históricas hicieron que sus restos fueran trasladados a distintos lugares. Actualmente se veneran en la capilla de las monjas agustinas del convento San Alonso de Orozco de Madrid (La Granja, 9), a donde fueron trasladadas en 1978 desde la iglesia de Valladolid, en la que reposaban desde 1881.
San Nicolás de Tolentino

Sus papás después de muchos años de matrimonio no tenían hijos, y para conseguir del cielo la gracia de que les llegara algún heredero, hicieron una peregrinación al santuario de San Nicolás de Bari. Al año siguiente nació este niño y en agradecimiento al santo que les había conseguido el regalo del cielo, le pusieron por nombre Nicolás.
Ya desde muy pequeño le gustaba alejarse del pueblo e irse a una cueva a orar. Cuando era joven, un día entró a un templo y allí estaba predicado un famoso fraile agustino, el Padre Reginaldo, el cual repetía aquellas palabras de San Juan: "No amen demasiado el mundo ni las cosas del mundo. Todo lo que es del mundo pasará". Estas palabras lo conmovieron y se propuso hacerse religioso. Pidió ser admitido como agustino, y bajo la dirección del Padre Reginaldo hizo su noviciado en esa comunidad.

Ya religioso lo enviaron a hacer sus estudios de teología y en el seminario lo encargaron de repartir limosna a los pobres en la puerta del convento. Y era tan exagerado en repartir que fue acusado ante sus superiores. Pero antes de que le llegara la orden de destitución de ese oficio, sucedió que impuso sus manos sobre la cabeza de un niño que estaba gravemente enfermo diciéndole: "Dios te sanará", y el niño quedó instantáneamente curado. Desde entonces los superiores empezaron a pensar qué sería de este joven religioso en el futuro.
Ordenado de sacerdote en el año 1270, se hizo famoso porque colocó sus manos sobre la cabeza de una mujer ciega y le dijo las mismas palabras que había dicho al niño, y la mujer recobró la vista inmediatamente.

Fue a visitar un convento de su comunidad y le pareció muy hermoso y muy confortable y dispuso pedir que lo dejaran allí, pero al llegar a la capilla oyó una voz que le decía: "A Tolentino, a Tolentino, allí perseverarás". Comunicó esta noticia a sus superiores, y a esa ciudad lo mandaron.

Al llegar a Tolentino se dio cuenta de que la ciudad estaba arruinada moralmente por una especie de guerra civil entre dos partidos políticos, lo güelfos y los gibelinos, que se odiaban a muerte. Y se propuso dedicarse a predicar como recomienda San Pablo. Oportuna e inoportunamente". Y a los que no iban al templo, les predicaba en las calles.

A Nicolás no le interesaba nada aparecer como sabio ni como gran orador, ni atraerse los aplausos de los oyentes. Lo que le interesaba era entusiasmarlos por Dios y obtener que cesara las rivalidades y que reinara la paz. El Arzobispo San Antonino, al oírlo exclamó: "Este sacerdote habla como quien trae mensajes del cielo. Predica con dulzura y amabilidad, pero los oyentes estallan en lágrimas al oírle. Sus palabras penetran en el corazón y parecen quedar escritas en el cerebro del que escucha. Sus oyentes suspiran emocionados y se arrepienten de su mala vida pasada".

La conversión de un antiguo escandaloso de la ciudad produjo una gran impresión en la gente, y pronto San Nicolás empezó a convertir a los pecadores llevando la paz a los hogares desunidos.

En las indagatorias para su beatificación, una mujer declaró bajo juramento que su esposo la golpeaba brutalmente, pero que desde que empezó a oír al Padre Nicolás, cambió totalmente y nunca la volvió a tratar mal. Y otros testigos confirmaron tres milagros obrados por el santo, el cual cuando conseguía una curación maravillosa les decía: "No digan nada a nadie". "Den gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que un poco de tierra. Un pobre pecador".

Murió el 10 de septiembre de 1305, y
cuarenta años después de su muerte fue encontrado su cuerpo incorrupto
. En esa ocasión le quitaron los brazos y de la herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto ha hecho más popular a nuestro santo.

San Nicolás de Tolentino vio en un sueño que un gran número de almas del purgatorio le suplicaban que ofreciera oraciones y misas por ellas. Desde entonces se dedicó a ofrecer muchas santas misas por el descanso de las benditas almas.

jueves, 20 de enero de 2011

La fe y la tecnología


Las tres últimas décadas de la humanidad han sido determinantes para el desenvolvimiento de las sociedades, que a través de los avances científicos logrados en el siglo XIX, marcan el inicio de la era de la información, donde la esencia de esta, es la comunicación y manejo de información de un modo presencial, siendo en un inicio el impacto del teléfono, pasando al aparato televisor y concurriendo en la actualidad lo más avanzado que es la pantalla digitalizada.
Es así que en el presente la mayor parte de la tecnología es manifestada en la pantalla digitalizada, donde los principios científicos son registrados, comprobados y procesados por los computadores.
Como es sabido, la humanidad ha pasado por cuatro etapas de la información, empezando con la época del papiro, continuando co las del pergamino, siguiendo con el papel gracias a la imprenta y llegando a la actualidad en la ya mencionada pantalla digitalizada.
La tecnología, ha impactado en el pensamiento del ser humano, donde este ha sufrido diversas dinámicas de cambio, fomentando y arraigándose las ideas consumistas y superficiales, buscando formar a un ser humano que poco a poco se olvida de la esencia de la vida, debido a que han comenzado a echar raíces el principio de que lo único verdadero es lo que se puede palpar.
El avance de la ciencia en la práctica de sus principios que es conocida como la ya mencionada tecnología, ha sido beneficiada consecuentemente por una de sus ramificaciones que son, los medios de comunicación masiva, donde ya son vistos como los principales agentes de este desafortunado cambio, ya que la información que brindan es recibida mas emocional que analíticamente en las mentes de las personas, donde estás solo interactúan con la información de un modo pasivo, sin utilizar un pensamiento reflexivo, propositivo y crítico para comparar lo que la pantalla muestra y lo que en la realidad se vive.
La tecnología está pasando a ocupar un puesto importante dentro de los hogares, donde es imprescindible tenerla a veces hasta como alguien más de la familia ocupando un status. Un ejemplo de esto es la televisión o la computadora, que ya más que necesarias, son forzosas y consideradas vitales en las casas actuales.
La tecnología es importante en busca del bien y de la comodidad del ser humano, lo negativo de esta va en relación al desplazamiento que ha comenzado a tener sobre la fe de las personas, donde ha iniciado la saturación de la vida del hombre y la mujer, y ha buscado considerar a la ciencia como única y verdadera, dejando de lado la espiritualidad y la vinculación del ser humano con Dios.
La tecnología es necesaria como herramienta donde el ser humano debe encontrar más habilidad y practicidad del manejo de información, ya que en comparación con 20 años atrás, esta información tardaba más en llegar a las manos de las personas y por ende las esferas que lo rodeaban se movían de una manera más pasiva y paulatina.
La tecnología jamás podrá remplazar a Dios, como muchas de sus líneas han pretendido, ya que Dios como creador de lo que existe, ha dejado que el hombre a través de los siglos, perfeccione poco a poco su razonamiento y pensamiento abstracto. Lamentablemente, los descubrimientos y avances científicos se han olvidado de que la naturaleza es más sabia que las cosas creadas por el mismo hombre, donde la perfección de cada aspecto que nace naturalmente ya tiene un objetivo predestinado, y en comparación con lo que la tecnología modifica, donde esto tiene fecha de caducidad, ya que probablemente no tardará en ser modificado o remplazado por otro avance tecnológico. Es así que la creación de Dios muestra la perfección desde el nacimiento de lo que existe hasta la muerte de lo mismo.
Con lo anterior es necesario reflexionar que el hombre con la tecnología mal enfocada, está perdiendo la razón de vivir, convirtiéndose en un ser que nace por casualidad, vive por inercia y muere por necesidad, un ser consumista que pone a la tecnología como Dios, siendo que el creador de todo lo que existe, nos muestra día con día, que la base de la tecnología es la naturaleza que Él un día creo.

La homosexualidad ¿se nace o se hace?



Es muy común en nuestra sociedad, observar como las modas y las nuevas tendencias de vivir, se adaptan al ser humano, o más bien éste se adapta a ellas.
Hasta hace unos años la tendencia al homosexualismo era criticada y vista con ojos represivos. En el aquí y el ahora, podemos observar como los medios de comunicación, han intentado ordenar esta tendencia de ideas y sensaciones como algo normalizado.
Es algo palpable que la homosexualidad ha existido a lo largo de la historia del ser humano, donde personajes como Platón, con la idea de su amor platónico, y diversos griegos importantes, aplicaban una concepción normal y jerárquica a esta tendencia; es decir el ser homosexual era un privilegio para los seres humanos, y no todos lo podían ser.
La homosexualidad es un tema polémico en cualquier parte del mundo, y en cualquier momento de la historia, donde al observar como gente antepasada remontándonos hasta 2000 años antes de Cristo ha deslizado también por ese ciclo, esto reafirmando ideas de que el homosexual nace con esta característica.
La homosexualidad implica gustos, ideas, sensaciones, pensamientos, sentimientos, interacciones hacía las personas de su mismo sexo, donde existe una idealización de estas, refiriendo que su mismo género sexual es más atractivo que el contrario, no cayendo solo en la idea totalizadora de sexo, donde el término ha sido cargado con más peso en la homosexualidad.
La polémica sobre este tema es debido a que los seres humanos asocian la naturaleza de los dos géneros sexuales, donde el ir en contra de esa naturaleza es anormal e imposible para la mente y el espíritu humano. Es así que la homosexualidad hoy y en el futuro seguirá siendo polémica, debido a que el ser humano concibe dos personas con características diferentes, creadas para la unión normal, totalizadora y perfecta.
Ahora debido a esa polemización, y sobre todo a como nuestra sociedad, en sus medios masivos de comunicación busca normalizar la homosexualidad, surge la necesidad de responder a la pregunta, si el homosexual ¿nace o se hace?.
Cuando una persona identifica sus gustos y sensaciones sin existir conflictos y dudas sobre ese reconocimiento de sí, crea la idea de que está viviendo momentos que no cambiaría por nada. Es aquí donde analizamos como los gustos tienen una parte emocional, tomando esos gustos como algo racionalizado, y en contra parte cómo las sensaciones implican una parte física y corporal.
Una de las diferencias del ser humano ante los animales que también presentan sensaciones y gustos en un nivel más bajo en comparación, es que los primeros racionalizan e interpretan sus gustos, las raíces de estos y las consecuencias de los mismos, es así que cuando una persona prefiere ciertas actividades o tendencias, es debido a la racionalización de esos gustos, debido a experiencias pasadas que quedaron más arraigadas en la mente, y en la parte emocional del ser humano. Esto nos apunta a que si tomamos al homosexualismo en una tendencia de ideas, gustos, interpretaciones, emociones, podríamos concluir que le homosexual se hace.
Cuando un ser humano vive sus sensaciones en plenitud, refiere su alegría y su argumentación de haber nacido para eso. Es lo que pasa con este tipo de personas, donde su argumentación recae en haber nacido para ser homosexuales, debido a que ellos con esa frase intentan expresar que disfrutan mucho de su tendencia.
Por otra parte, la ciencia ha ido descubriendo como el ser humano nace con diversas hormonas que rigen muchas de las acciones del ser humano, donde estás implican ciertas características femeninas y en contra parte masculinas, es decir un hombre, en su organismo tiene interacción de estas dos hormonas características, así como también la mujer. Es comprobado como muchos hombres, debido a procesos metabólicos nacen con una carga de hormonas tendientes al otro sexo, donde como se mencionó, estas serán determinantes en las acciones de ellos dentro de su vida social. Esto nos implicaría y ha sido el argumento más importante de estas personas para reafirmar que el homosexualismo se lleva desde el nacimiento. Es así que cuando se dice que un homosexual nace con esta característica, se aplica esta referencia donde la persona homosexual intenta comprobar lo que ya lleva arraigado en su cuerpo y que guía su vida emocional y espiritual.
Tiene poco la noticia que es localizada en cualquier buscador de internet, donde se comprobó empírica y científicamente, que la homosexualidad también se da en animales, existiendo ya comprobadas 500 especies, donde ya se refirió que estos tienen un nivel de pensamiento mucho más bajo que el ser humano, y por ende la interpretación de sus sensaciones y la existencia de emociones complejas, son casi nulas.
Los animales también tienen tendencia y motivación por animales de su mismo género, implicando conductas similares a los humanos, donde su interacción no involucrando solo lo sexual, sino también las sensaciones y gustos que se convierten en atracción, tienden a querer compartirlas con una especie de su mismo género. Es así que esto lo utilizan las personas homosexuales como otro punto para argumentar que así como las especies animales, las cuales fueron creadas en una naturaleza de dos sexos, y las cuales no tienen pensamiento abstracto y moral, y aún así comparten conductas homosexuales como algo normal, la argumentación va dirigida, a que todas las especies del mundo incluyendo a las personas nace con la homosexualidad.
Es interesante observar como la ciencia descubre pautas no solo de los humanos, sino también de los animales, y esto el ser humano lo utiliza para defender sus posturas, pero ante la genética que es algo impresionante en el ser humano también tiene peso la emoción, en la cual también, ha sido demostrado como el ambiente y sobre todo el social puede influir para el arraigo de concepciones de la vida en los seres humanos.
Aunque el ser humano masculino nazca con un poco más de hormonas femeninas, se ha visto como estos pueden vivir el rol de hombre y casarse y compartir momentos y sobre todo dar vida a nuevas generaciones, para formarlas adecuadamente, es decir el peso del afecto social y emocional puede cambiar hasta a la misma genética, debido a la repetición de pautas que se arraigan en la parte biopsicosocial.
Está temática siempre será polémica, donde se buscarán explicaciones de acuerdo a las convicciones de cada uno, y sobre todo del que vive la situación, y ante esto solo se puede concluir que el ser humano aprende a desarrollarse, muchas veces modificando lo ya estructurado en su cuerpo, sin saber que lo hace o haciéndolo voluntariamente. Es por esto que se refiere que la naturaleza en todo momento y en todo tiempo tiende siempre a la reproducción, y aunque esa naturaleza creada por Dios, muchas veces se concibe con detalles defectuosos o detalles diferentes a la normalidad, todo va a depender de la interacción de estos detalles en el ambiente donde se desenvuelva, implicando emociones, sensaciones y sobre todo interpretaciones de lo que es bueno y es malo.

miércoles, 5 de enero de 2011

Cinco llaves para entrar en la Eucaristía

 

SILENCIO

El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada.
La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más “digerible” la eucaristía. El silencio no es ausencia de…., es cultivar un lugar para que Dios nazca.
CONTEMPLACIÓN
La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen detalles que a simple vista parecían no existir.
Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones que es la presencia escondida de Dios.
ORACIÓN
La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con la llave. La eucaristía. El diálogo con Jesús se hace más fecundo después de haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante, no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo guitarrero. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía.

CARIDAD
La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos tener cada uno de nosotros.
ESCUCHA
Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es un escáner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos, sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros. Lo qué quiere de cada uno de nosotros.



Los jóvenes y el conocimiento entre el bien y el mal


Mucha es la inquietud que tenemos durante el transcurso de nuestra juventud y adolescencia, sobre lo que es bueno y es malo.
Nuestros padres nos ponen reglas y límites a seguir, y que por el pretexto del avance de la ciencia y la tecnología la mayoría de las veces las consideramos obsoletas y pasadas de moda.
Es cierto que cuando somos adolescentes tomamos las riendas de nuestra vida, compramos la ropa a nuestro gusto, escuchamos el tipo de música que nos gusta, podemos decidir con mayor libertad en muchos aspectos, podemos conseguir dinero en algún trabajo de vacaciones o a contraturno de la escuela, o simplemente comenzamos a desenvolvernos en el ambiente laboral, es decir dejamos de depender de nuestros padres, aunque sea en pocos aspectos.
Ahora bien hay cosas muy importantes en los que como jóvenes es necesario tener en cuenta,
LA DECISIÓN DE LO QUE ESTÁ BIEN Y LO QUE ESTÁ MAL.
Es muy común entrar en conflicto con lo que queremos y lo que se nos han enseñado. Como ya se mencionó la idea de que nuestros padres están equivocados es más constante y similar a la idea sobre que nadie puede saber más que nosotros.
Comenzamos a cuestionar el por qué de las cosas, comenzamos a dudar si lo que nos han dicho está bien y es común alejarse del camino de Dios.
Hay algo que está claro y es necesario nunca dejar de tenerlo en cuenta. Un hombre que fue muerto y crucificado y que ha sido la muerte más cruel de la historia, y sobre todo que fue algo palpable y comprobado. Este hombre dejó toda una estructura para salvar nuestros espíritus y llevarlos con él cuando muramos.
Este hombre dejó las mas claras nociones de lo que está bien y lo que está mal, donde todo recae en amar al prójimo como a uno mismo.
Ahora si podemos ver algo más despejado y es en donde fundamentar nuestras decisiones, ya que este hombre que merece todo honor, nos demostró que puede amarnos hasta el extremo, y que todo depende de la decisión de concebir que lo mejor es amar a la gente con la que convivimos.
¿Cómo podemos amar a la gente con la que convivimos?
Esto depende de nosotros y de concebir que la distinción del bien y del mal está en el amor, un amor que Dios nos dejó de herencia, y sobre todo un amor a uno mismo y lo más importante al prójimo, a esas personas que vemos día con día, ya que un amor individual tiende a morir.
Es así que Dios siempre tiene la invitación de que aprendamos a amar conociéndolo, y el mejor lugar para conocerlo es su corazón. Búscalo, tu corazón te llevará hacia Él solo decídete y acércate a donde le rinden honor.

El noviazgo a los ojos de Dios

 


Cuando buscamos el comienzo de una relación de novios, con un chico o chica que nos gusta, se sienten un sinfín de sensaciones, las cuales mueven emociones que siempre tienden a pensar en esa persona anhelada, y esto nos lleva a incrementar esa aspiración de ser correspondidos por esa persona.
El inicio de un noviazgo, marca el conocimiento de esa persona, donde las afinidades tienden a ser similares, creando esas sensaciones anteriormente mencionadas que corresponden al famoso enamoramiento.
El noviazgo es una etapa enfocada al conocimiento de la otra persona, donde la convivencia continua manifestará los anhelos y deseos de la pareja con la que se comparten diversos momentos.
Nunca hay que olvidar que el amor principal ante todo es el amor a Dios, el cual nos permite también sentir amor hacia personas que conviven con nosotros.
El noviazgo también es una responsabilidad, ya que implica la aceptación de lo que uno es, y de la unificación de costumbres con la otra personita. Te permite estar renovando compromisos contigo mismo y con la pareja, para fortalecer esa relación.
De acuerdo a lo anterior podemos ver que los primeros noviazgos, o aquellos a temprana edad, tienden a durar poco, debido a ese proceso de reconocimiento de lo que es un noviazgo como responsabilidad.
Es necesario tener en cuenta que el noviazgo es una interacción con otra persona la cual, tiene gustos, deseos, anhelos que pueden ser diferentes a los de nosotros.

Es muy común caer en la dependencia hacía la persona, lo cual nos lleva a los celos y a la posesividad, creyendo que la pertenencia de esa persona solo es del novio o la novia. En el noviazgo se conoce un mundo nuevo, donde la interacción marca nuevos panoramas no vividos, enriqueciendo un aprendizaje personal y compartido para seguir adaptándose a los contextos de la vida.

Cuando Dios está en medio del noviazgo, la probabilidad de enriquecimiento espiritual y personal es total. Es por eso que es necesario identificar la importancia del amor de Dios en el noviazgo, como centro de todas nuestras acciones.

Debemos Conservar la Pureza de Nuestra Fe

Fragmentos de la Carta Pastoral de Monseñor EDUARDO BOZA MASVIDAL
Obispo Cubano


Se está produciendo un fenómeno en nuestro pueblo que nos debe preocupar profundamente a todos los que queremos un país verdaderamente cristiana. Me refiero al auge de la Santería y del sincretismo religioso, hasta el punto de que ya la Santería ha sido admitida oficialmente como una "religión".

Quizás en el fondo de todo esto subyace un ansia de lo sobrenatural como contrapeso al vacío espiritual de una sociedad secularizada y tecnificada. No es mi propósito detenerme aquí a estudiar las causas de este fenómeno, sino sólo fijarme en algunos puntos que nos ayuden a superarlo positivamente y hacer un llamado a todo nuestro pueblo para que conservemos la pureza de nuestra fe.

¿Por qué no se pueden conciliar el Cristianismo y la Santería? Vamos a señalar dos o tres diferencias fundamentales:
1- El Cristianismo es monoteísta, cree en un solo Dios. El Dios cristiano es el Dios de la Biblia, uno en naturaleza y trino en personas, Creador y Señor de todas las cosas. Esta creencia en un solo Dios es tan fundamental en nuestra fe. Jesucristo es ese único y verdadero Dios hecho hombre por amor a nosotros.
La Santería, en cambio, es politeísta, cree en muchos dioses, cuyos nombres ha dado a las imágenes de la Virgen María y de los santos cristianos. Pero la Virgen María y los santos cristianos no son dioses; son puras criaturas humanas, personas reales que han existido, y en su vida han dado ejemplo de fidelidad a Dios y de santidad de vida. Es algo completamente distinto.
2- El Cristianismo es una religión de amor. Ese único Dios verdadero es un Padre que nos ama y al que nosotros amamos.  La Santería, en cambio, es la religión del temor, del miedo. Hay que hacer cosas para librarse de males y apartar poderes maléficos, o para tener suerte y hacer propicios los dioses. Se teme mas que se ama.
3- El Cristianismo nos lleva a hacernos mejores, a transformar nuestra vida. En la medida en la que vayamos viviendo de verdad tenemos que hacernos mejores. La Santería, en cambio, se queda en prácticas externas, en ritos y ceremonias que no nos transforman por dentro y que adquieren cierto sentido mágico cuyo efecto depende de los actos en sí, sin que cambiemos interiormente.
Señalaremos finalmente algunas normas pastorales. Nuestra actitud con las personas que practican la Santería no ha de ser una actitud cerrada, de rechazo total, sino una invitación a la reflexión y a la purificación de la fe:

1- Un llamado a no mezclar. La Iglesia Católica, en el Concilio Vaticano II, proclamó el principio de la libertad religiosa, o sea, el respeto que merece cada hombre que sinceramente y de buena fe practica una religión. Pero a lo que no hay derecho es a la mezcla de elementos de dos religiones distintas, no siendo así una cosa ni otra.

2- Aprovechemos los elementos válidos que hay en toda religión para purificarlos a través de una verdadera labor evangelizadora.
Ciertamente, esta labor evangelizadora es dura, lenta y difícil, y sería más fácil rechazar todo y quedarnos tranquilos pensando que somos los verdaderos cristianos, pero entonces no estaríamos acercando estas personas al verdadero Dios.

Que estas palabras sirvan de invitación a todos para vivir un cristianismo auténtico y profundo, sin mistificaciones ni deformaciones, alimentado en la palabra de Dios contenida en la Biblia y formar así un pueblo verdaderamente cristiano.
-Monseñor Eduardo Boza Masvidal, 24 de octubre, de 1977
Mon. Boza fue obispo auxiliar de La Habana hasta que fue expulsado por el régimen comunista de Cuba. Reside en Los Teques, Venezuela.